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Raúl Aragón, legado zamorano ‘en carne viva’ con el ‘Cinco de Copas’: “Lo he amado, lo amo y lo amaré toda mi vida. Es verlo y recordar al ‘fuera de serie’ de mi padre”

Raúl Aragón, jefe de paso del mítico 'Cinco de Copas'

Hablar de Semana Santa en Zamora es retrotraerte a la madrugada del Viernes Santo en la Iglesia de San Juan. Un rito que se ha convertido en casi liturgia, para mostrar el momento más conmovedor de la semana de pasión en la capital.

Y es que si hablamos de un momento, un instante, un símbolo que a todos evoca emoción y pasión a partes iguales es el tradicional baile de la imagen ‘Jesús camino del Calvario‘ (popularmente conocido como ‘Cinco de Copas‘) a los acordes de la marcha fúnebre de Thalberg, en el epicentro de la pasión zamorana, la Iglesia de San Juan.

Una imagen que alumbra emociones y pasiones en su recorrido por las calles de Zamora, durante el viernes más bonito del año, siendo dirigido por un hombre Raúl Aragón, que representa la tercera generación de una familia, ligada a este mito zamorano.

Se van a cumplir siete años desde que te hicieses cargo de uno de los pasos más importantes de la imaginería semanasantera de Zamora ¿cómo te sientes? ¿Se te ha pasado volando?

¿Siete años? Me dejas de piedra, claramente se me han pasado volando y más por la pandemia, con dos años muy duros y la vida pasa que no te espera.

¿Como recuerdas esa primera madrugada del Viernes Santo de 2018?

La recuerdo con mucha emoción. Fue un cambio muy grande, me acuerdo de mis compañeros, mis hermanos de carga, de mis primos, de mis amigos…

Me emociono por la cantidad de recuerdos y vivencias. Recuerdo que entré con Iván de la Iglesia Pez, con mi primo Luis y Carlos Rodríguez, personas que significan mucho para mí, que se han convertido en algo más que amigos y los extraño.

Eso sí, nunca dudé en presentarme y en dirigir el paso (Jesús camino del Calvario, más conocido como ‘Cinco de Copas’) que tantas alegrías ha dado a Zamora y a los zamoranos.

¿Echas de menos la carga?

Claro que la echo de menos, y más sabiendo que físicamente me encuentro en perfectas condiciones para poder seguir estando debajo de los banzos.

Pero dirigir el paso de mis amores, el cuál ha cargado mi padre durante 42 años dejándose el alma y donde han estado mis tíos… La imagen donde se ha convertido en un símbolo mi abuelo, José Aragón, leyenda del ‘Cinco de Copas’.

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Es verlo desde fuera y te juro que me vuelvo loco… Extraño estar en los banzos, pero el ‘gusanillo de cargar’ se me quita el día de antes, con el paso del ‘Huerto de los Olivos’, de la Cofradía de la Vera Cruz en la tarde del Jueves Santo.

Tres generaciones y un paso emblemático ¿sientes la presión de una tradición familiar?

Nunca he sentido presión, pero sí mucho orgullo y satisfacción por el legado recibido de ellos y quiero decir más, jamás llegaré a ser tan bueno como lo fue mi abuelo.

Mi padre, desgraciadamente, no tuvo la oportunidad de ponerse al frente de este paso. Por circunstancias externas, no pudo desempeñar esa labor, habiéndolo deseado con toda su alma.

Mi padre fue un ‘fuera de serie’ en los banzos. Ha sido mi maestro y gracias a él, soy lo que soy a día de hoy.

¿De dónde nace esta pasión por cargar?

Es algo que naces con ello, sale desde la cuna. Por hacer un símil futbolístico, es como cuando tu padre es del Real Madrid o del Barcelona, te vas empapando y simpatizando con ese equipo.

Y yo gracias a Dios, sentí el legado, el orgullo y la transmisión de mi padre hacía un paso tan importante e imponente para la Semana Santa de Zamora.

¿Cuál ha sido el momento más bonito que has tenido con este paso?

El momento más emotivo de mi vida con el ‘Cinco de Copas’ como protagonista, fue mi primer año de carga en el año 1997, una fecha que nunca la olvidaré… Entré en la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva y tenía unos nervios increíbles, con ganas de ir al baño… allí se encontraban mi padre, mi tío… y yo preguntándoles si era normal estos nervios, y en ese momento mi tío, Antonio Aragón, expresó una frase que la tengo ha grabada a fuego: “Tranquilo hijo, tu padre y yo hemos cargado toda la vida y seguimos teniendo los mismos nervios”.

Y es que, sí no tiemblas, sí no te pones nervioso antes de salir la procesión es que no eres semanasantero.

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Una vez que nos metimos debajo del paso mi padre emocionado me dijo: “Hijo ya me puedo morir tranquilo”. Siendo ese primer arranque en la Iglesia de San Juan inolvidable, que nunca borraré de mi mente.

Al frente del llamado del “Cinco de Copas” has tenido que asumir dos percances graves, primeramente, la modificación de la mesa del paso, que trajo consigo problemas procesionales ¿es cierto que no pudisteis probarlo hasta el mismo día de la procesión? ¿Qué pasó?

Esta claro que, si hubiéramos sabido de antemano en las circunstancias en las que se encontraba, hubiéramos puesto una solución.

Nadie es perfecto. Yo pensé que todo se encontraba en orden, también es verdad, que pedí permiso un mes antes para levantar el paso y probarlo, ya que era una estructura nueva, pero me respondieron que todo estaba bien, que no había ningún problema. Lo volví a repetir en tres ocasiones más, recibiendo la misma respuesta.

Al ratificarme que todo se encontraba en perfectas condiciones, confié en lo que me dijeron y en la madrugada del Viernes Santo, sucedió algo que no pasaba por mi mente.

La segunda circunstancia fue la demolición del Museo de Semana Santa ¿crees que fue una decisión acertada el demolerlo? ¿Os ha traído problemas debido al cambio de escenario donde reposar el paso?

Creo que nos ha creado problemas a todos. Muchos zamoranos hubiéramos preferido mantener el otro Museo de Semana Santa, si hubiéramos sabido todos los inconvenientes que han venido acarreados por su demolición.

Además, ese Museo imponía respeto, era un espacio donde, personalmente, crecí y dí el paso desde la niñez a la edad adulta.

Personalmente me influye, al igual que a todos los cargadores del resto de cofradías.

Con pocas palabras ¿Qué significa para ti la Semana Santa de Zamora?

En pocas palabras es difícil, pero si tengo que resumirlo diría sentimiento, cariño, orgullo, es lo mejor que tenemos en Zamora.

Una atracción para el turismo muy importante, por encima de la Navidad y las fiestas patronales de San Pedro.

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Tenemos una Semana Santa, preciosa.

¿Y el paso ‘Jesús Camino del Calvario’?

Para mi este paso es mi familia, es algo que llevo dentro, un sentimiento que no se puede expresar con palabras, algo que he mamado desde la cuna.

El ‘Cinco de Copas’ lo he amado, lo amo y lo amaré toda mi vida. Es verlo y recordar a mi familia, y más concretamente a mi padre, siendo una leyenda en los banzos, transmitiéndome toda esta pasión.

Es verlo y se me acelera el corazón.

¿Te gustaría que alguien de la familia pudiera continuar esta bonita tradición de cargar y dirigir este paso?

Claro que me gustaría, dirigirlo es complicado. Tengo dos sobrinos, pero siento que se esta perdiendo, no veo vinculada a la próxima generación como se encontraba la mía.

¿Como ve Raúl Aragón el futuro semanasantero de Zamora?

Como te decía, no veo muy vinculada a las generaciones posteriores a la mía. Tofo el mundo quiere cargar pero no tienen el mismo sacrificio, por eso se esta realizando las estructuras de los pasos de aluminio, para que pesen menos.

Ojalá me confunda, pero antes, en la Semana Santa de mi niñez, había menos gente debajo de los pasos e iban menos cansada, que ahora con 40 y en el futuro peor. Repito es una opinión personal.

Tras más de una década ‘codo con codo’ ¿Cómo fue el primer año sin tu padre en la carga del paso?

En el año 2008, mi padre deja de cargar a los 60 años. He estado diez años en los banzos sin él, pero es cierto que se nota, aunque hay que hacerse a la idea de que las semanas santas pasan y los años también, para mi padre y para todos.

Lo eché mucho de menos, claro que lo extrañaba y más como se despidió del paso, por factores externos, me hicieron mucho daño, tanto a mi padre como a mí.

Y pese a una década en los banzos con ciertas circunstancias de desgaste, yo siempre lo he tenido claro, con lo valores y el respeto por delante, cargando como me han enseñado mis antepasados, sudando y empapando el pañuelo, con los hombros en carne viva.


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